Tais era una chica rubia y de profundos ojos verdes. Era una persona sin problemas económicos, porque su padre dirigía una gran empresa. Tampoco tenía problemas sociales, porque era hermosa y su dinero atraía a un montón de buitres. Aun así, la conocía mejor que nadie y sabía que no soportaba a esas arrastradas que tenía por "amigas", pero si andaba con ellas era sólo por mantener su reputación. No la culpaba, nadie quería ser como "la amargada de 4-A", o sea, yo. Sí... la mayoría me conocía por ese nombre, y yo ya me había acostumbrado.
Sin saber cómo, porque no estuve prestando atención, Tais se libró de las ratas con las que venía y caminó hacia mí con una gran sonrisa.
-¡Hola, Abigail!
Yo le sonreí y saludé de vuelta.
-¿Qué les has dicho para que se fueran?-pregunté, refiriéndome al grupo de sacos de maquillaje que se ha dispersado hace un momento (sí, las nombraba con tanto cariño... no sabía ni sus nombres, no me interesaba).
-Que ahora tenía que ir a la biblioteca y estaría ocupada. Que, si eso, ya hablaríamos luego. Ya sabes, la palabra "biblioteca" es veneno para ellas-respondió, riendo a carcajadas.
Yo me reí a mi vez, mostrando unos dientes que, al lado de los de mi amiga, parecían desiguales, disparejos y sucios. Ella me tomó de la mano y nos dirigimos fuera del edició, hacia un lugar del patio oculto por los árboles. Adoraba ese sitio, nunca venía a molestarnos nadie.
*-*-*-*
Tras quince minutos de recreo, Tais y yo nos vimos obligada a regresar a las clases, que discurrirían aburridas, como siempre, porque no estaríamos juntas. Volvimos al instituto entre risas y, de repente...
-¡Tais! ¿Qué haces con la amargada de 4-A?
Una de sus "amigas" nos había visto juntas, y nos lanzó esa pregunta con voz nasal y veneno impregnado en cada palabra, mientras yo me sentía pequeña ante su mirada de asco.
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